La Residencia Interculturalidad Simbiótica fue organizada por Plataforma Punto (Neda Olguín y Yan García) junto al Omta Miguel Roque Gil representante de una de la comunidad Huarpe Pinkanta, quien nos compartió vivencias y experiencias en territorio y nos introdujo en sus cosmovisiones y practicas desde lo afectivo y con gran compromiso. Tuvimos la oportunidad de trabajar colectivamente artistas con diversidad en nuestras practicas y lenguajes: Clara Alsina, María de los Ángeles Pais y Diego Makedonsk; en lo personal también encontré una vía para dar continuidad a la investigación que vengo realizando en relacion al vinculo entre cuerpo, territorio y mi practica artistica.
El ser y el hacer, lo sagrado y la práctica artística, la convivencia como lugar creador, las practicas ancestrales como performance contemporánea, la potencia del arte como sanación, restauración de la vida, el monte como familia.
Hay una noción encarnada en el lenguaje Huarpe, pueblo originalmente dedicado a la recolección y caza; donde en el acto de tomar un fruto o elemento del monte, se agradece a esa planta y se le canta; “Peyita” es la misma palabra para agradecer y pedir permiso. La idea de material cambia, un material es un ser, el monte es la familia. Cada uno tiene un lugar propio en el territorio, propio que no es privado, es común; es el lugar sagrado donde se entierra la placenta del nacimiento y la vasija que contiene el cuerpo cuando muere, el muerto vuelve a nacer como un ser del monte.
Todo vive y cada ser del monte cobra la dimensión de un ancestro, de un abuelo. Hacer sin la idea productivista significa hacer para conectar. El junquillo-planta nativa- es un medio para conocerse, construir una canasta para ir escuchándose a unx mismx a través del junquillo. Los materiales, seres, sienten; se los honra con esta conexión. Una canasta para vender le saca el tiempo procesual al hacer, le saca el tiempo sagrado. Como son nuestras canastas, de que material y de que tiempo están constituidas. Nuestra obra empieza en la integridad de nuestro estar.
Esta experiencia intercultural nos cuestionó sobre nuestra identidad, nuestra relación con los
entornos en que vivimos, nuestras formas de vida, las políticas en las que estamos inmersos, que aún hoy dejan sin agua a los territorios habitados por los pueblos prexistentes desde hace cientos de años. Nuestras identidades, frente a estas cosmovisiones de arraigo ancestral con conciencia de comunidad y de territorialidad, nos dejan con una sensación de huerfanidad. ¿A qué comunidad pertenecemos, ¿cómo son nuestras cosmovisiones? ¿somos occidentales? Comenzamos a pensar que nuestro ser latinoamericanes, nuestras raíces con tradiciones rotas, mezcladas, olvidadas, negadas, a la vez nos da la oportunidad de inventarnos. El campo del arte vendría a ser ese lugar desde donde pensarnos, sentirnos e inventar formas singulares y comunidades desde donde enlazar nociones del ser y estar, modos de conexión con lo espiritual, con lo mágico, con lo trascendente, otros vínculos con la naturaleza y la tecnología.
https://www.puntoplataforma.com.ar/contenidos/artistas-participantes/luc%C3%ADa-sorans
Secuencia fotográfica de performance ritual propuesta para el cierre de la residencia Gestos de agua para un rio seco.









Tierras recolectadas en territorio huarpe y aglutinante sobre tela.
70 x 70 cm














