Por Bernardo Kehoe, 2006

Si uno no hace lo que tiene que hacer, muere. Muere más rápido, súbitamente, día a día muere por dentro. Y parece vivo. Si uno abandona toda excusa, aun las que nos hacen aparecer decentemente ante los ojos de los demás, y actúa, acciona en su abismo, se libera del aspecto vergonzante de cualquier enfermedad o pena.

Después con el correr del tiempo, esto será llamado “sabiduría” y las lágrimas que lloraremos serán de agradecimiento, pase lo que pase.

Hay una pintura que se dice  cosas a sí misma, cosas de su propia naturaleza, que se hunde en la secreta corriente de un cerebro apasionado, es una pintura que se pinta sola, que fluye libre del control único de la razón. Que corran los pinceles encontrando sus huellas, que el color ocupe todos los espacios, que la mente se sitúe en un solo lugar y que el juego, libre de tiranos construya la mirada y los destinos; variado carácter del desierto, en donde la materia, oculta, es propia: es uno mismo. Los planos de realidad se regulan en el tiempo: El espejo es verdad. Que cada uno se ocupe de su propio vacío.